Pez en red

Amaneceres congelados por el aire añejo de un cuerpo en cenizas después de un comienzo fugaz.
Alma expulsada a los rincones perdidos de un ideal fantasma.
Manos teñidas de culpabilidad,
cristales enterados sobre agitada respiración,
quejidos sinfónicos carentes de sabor, niebla espesa cercando el paso hacia otra dimensión.
torrentes de significados resucitados en el roce nauseabundo de mi piel contra la suavidad de la sombra, contra la suavidad de una incógnita, contra la suavidad de una nota rota .
Abuso de mí secretamente
mientras el tiempo y sus doncellas representantes
desarman mi afán de mantenerme expectante.
Me quiebro y sigo con lagrimas que verdaderamente no tengo, con el deseo de masticar tu rostro y enfrascarme en aquel grito agónico;
grito agónico de un pez
arropado por la red.

Cadáver de un acorde

Capturado y sin manos
acuno el misterio platinado
de un deseo mutilado.
Y ¿Cómo es que perdí mis manos?
Quizás al rozar
mi aliento acorazado,
quizás al estrellarlas
contra los brazos
de aquel susurro reservado.
Esta vez no es el silencio
quien ha sentenciado
si no cada palabra que tropieza y se quiebra
en el falso olvido disfrazado.